Toda vivienda existe para ser habitada. Antes que un conjunto de materiales es un espacio de vida. Poner a las personas en el centro significa reconocer que el confort, la funcionalidad y la salud deben ser condiciones básicas dentro de la casa.
La vivienda no solo protege del exterior: organiza rutinas, posibilita o limita hábitos de comportamiento y uso. Desde esta perspectiva, el análisis técnico adquiere sentido junto con el social, y ambos sostenidos en el derecho a habitar dignamente.
Funcionalidad de los ambientes
En base a esto, la funcionalidad no es una característica fija sino que se construye a partir del uso cotidiano y de los hábitos de las personas. Una misma vivienda puede sostener la vida de sus integrantes o volverla difícil, según cómo se distribuyen y organizan los ambientes en función de las necesidades y capacidades de sus habitantes.
Quienes no acceden a ambientes funcionales se distancian de vivir en una Vivienda Justa y pierden calidad de vida.
Caso Práctico
María sufre de fibromialgia y una integrante requiere cuidados especiales: Alicia (su tía) con movilidad reducida.
Deslizá las flechas para ver el cambio:
ANTES: La vivienda tenía una distribución poco funcional al uso y necesidades de la familia, estando en una planta alta las habitaciones y el comedor, y en la planta baja la cocina y baño. De esta forma, obliga a Alicia a bajar -con ayuda- una sola vez por día al baño y María debe hacer este trayecto varias veces a la hora de la cena y almuerzo, como mínimo. 
DESPUÉS: Resultaba muy beneficioso para todos los integrantes de la familia una redistribución de los ambientes y un dimensionado correcto de escalera para facilitar su uso.
De esta manera se pueden evidenciar diversos factores que se interconectan para garantizar esta funcionalidad. Estos tienen que ver con la relación entre las necesidades cotidianas, los hábitos, usos y costumbres de los habitantes y la disposición espacial. A saber:
- Relación con hábitos y rutinas: es necesario prestar especial atención a los hábitos y rutinas que despliegan los integrantes del hogar y cómo la disposición espacial de la casa responde a ellas.
 - Rediseño: ante ese escenario de “diagnóstico” los espacios deben poder adaptarse a nuevas necesidades o a las necesidades que los integrantes requieran.
 - Accesibilidad y seguridad: se debe buscar que la relación entre ambos (hábitos y disposición espacial) no genere barreras para personas sino que les resuelva y facilite el despliegue de su vida dentro del hogar.
 
Confort y habitabilidad
En función a lo mencionado, el confort atraviesa la vida diaria dentro de la casa. Como vimos, no se trata solo de no pasar frío o calor, sino también, de poder vivir la casa como lugar de desarrollo personal y espacio de disfrute para dicho desarrollo.
No obstante, el confort térmico en la vivienda es una condición fundamental que atraviesa la salud, el habitar, la vida social y el bienestar de las personas. Desde lo técnico, se define como la situación en la que una persona no siente ni frío ni calor excesivo, gracias a un equilibrio entre temperatura, humedad, ventilación y condiciones físicas del espacio.
Pero esa definición es insuficiente si no incorporamos la dimensión social, porque el confort térmico no depende sólo de fenómenos físicos, sino también de cómo las personas se vinculan con su entorno, con sus recursos y con sus expectativas de vida.
El impacto social reside en cómo las condiciones térmicas de la vivienda afectan la salud, el bienestar y la productividad de los ocupantes, lo cual puede perpetuar desigualdades sociales si el acceso a un ambiente confortable no es equitativo.
A continuación, se presentan imágenes de la campaña comunicacional llevada a cabo por FAIRE (Facilitar, Apoyar e Informar para la Renovación Energética), un servicio público gratuito y una ventanilla única que acompaña a las personas en sus proyectos de renovación energética. Estas piezas gráficas ilustran cómo se comunica el derecho al confort térmico desde una perspectiva integral, accesible y centrada en la equidad:
Se pueden distinguir distintos factores que inciden:
Factores ambientales y técnicos
El ambiente físico determina en gran medida la experiencia térmica:
- Temperatura
 - Humedad relativa
 - Ventilación y renovación del aire
 
Factores sociales
El confort térmico no es solo una reacción fisiológica, sino también una construcción social y cultural. Lo que cada persona considera una temperatura agradable depende en gran medida de su entorno, sus costumbres y las experiencias compartidas dentro de su comunidad. La tolerancia al calor o al frío se aprende: está mediada por la cultura, la historia climática de un lugar y las prácticas cotidianas.
En cada contexto se desarrollan formas de adaptación térmica. En regiones cálidas, por ejemplo, el confort se asocia a la ventilación, las sombras o la ropa ligera. Estas preferencias no solo reflejan el clima físico, sino también el modo en que las sociedades han aprendido a habitarlo.
Así, el confort se convierte en una experiencia subjetiva y colectiva: está determinado por la percepción, las costumbres sociales tanto como por los parámetros físicos. Las normas culturales, los hábitos de uso del espacio y la relación con el ambiente son parte esencial de cómo se define el bienestar térmico en cada contexto.
Comprender el confort desde esta perspectiva social permite diseñar estrategias más sensibles y sostenibles, que reconozcan las prácticas locales, la diversidad cultural y las distintas maneras de adaptarse al clima sin depender únicamente de soluciones tecnológicas o energéticas.